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2/7/12

EL PARTIDO SOCIALISTA VA AL FRENTE


POR UN CAMBIO PROGRESISTA EN ARGENTINA 



1. El problema global

Estamos transitando una época de grandes transformaciones en las instituciones que son parte fundamental de nuestra vida cotidiana, como el trabajo, la familia, la democracia, el Estado, la sociedad civil. Estos cambios afectan nuestra manera de vivir y de pensar el futuro. Los viejos mapas que guiaban a los seres humanos y que otorgaban estabilidad, continuidad e identidad ya no existen.

Está cambiando la percepción del tiempo y el espacio de los ciudadanos del siglo XXI y esto implica un profundo cambio cultural. El tiempo se vive como carrera sin futuro e inmovilidad a la vez. El espacio se especializa por el consumo (lugares para comprar, para jugar, para reunirnos) y, sobre todo, se vuelve un valor económico de gran importancia. Sólo con una fuerte intervención del Estado y de las fuerzas progresistas, los espacios para curar, educar, jugar, encontrarse y convivir pueden ser universales. El acceso a la vivienda propia se vive como ambición inalcanzable. Desarrollar lo público es la gran política de igualdad y movilidad social, porque para algunos es lo único que tienen.

La globalización neoliberal subordina la política y la cultura al primado de la economía y favorece el flujo de capitales por sobre todas las cosas. Se otorga libertad ilimitada y protección desmedida al capital y a las finanzas, mientras asistimos al desmantelamiento progresivo y sostenido del Estado de Bienestar y de las redes de protección social.

En medio de este malestar posmoderno, que se traduce en incertidumbre, falta de seguridad y desconfianza, cada cual se las arregla individualmente si puede. La dimensión de lo público está cada vez más vacía de cuestiones públicas, como podemos ver en los medios de comunicación. Excluir, fragmentar y romper solidaridades es la estrategia del capital globalizado. El vaciamiento de la política y su banalización es su objetivo más buscado.

Vivimos un crecimiento sin precedentes de la desigualdad, y por lo tanto de la exclusión social. El aumento desenfrenado del consumismo induce a una cada vez mayor distancia entre lo que se desea y la posibilidad de satisfacerlo. El desigual acceso a los bienes materiales y simbólicos (como la palabra, que es constitutiva del pensamiento) causa inseguridad y pone en riesgo las posibilidades de realización personal y colectiva. Para realizarse y ser alguien hoy, hay que competir ferozmente para tener un puesto en el sistema del capital y de la sociedad de mercado.

La pasión consumista, que acentúa la desigualdad, nos enfrenta como socialistas a la necesidad de desarrollar otras opciones, y fijar metas capaces de motivar fuera de la esfera del consumo. La mujer/hombre no es sólo un ser comprador, es un ser que piensa, crea, lucha y construye. Por eso es necesario ofrecer horizontes diferentes, en el deporte, en el trabajo, en la cultura, en la ciencia, en el arte, en la música, para ganar la batalla y encontrar sentido a la vida más allá del consumo.

Este modelo consumista atenta contra el medio natural, la vida humana y el futuro. Los sucesos acaecidos en estos últimos tiempos en Argentina: Famatina, Tinogasta, Belén, Andalgalá e Ingeniero Jacobacci, en respuesta a las actividades de minería contaminante no responden a hechos aislados. Estamos asistiendo a un proceso de lucha desigual entre los que defienden el medio ambiente y los que les interesa exclusivamente el lucro y el saqueo indiscriminado de nuestros recursos.

Las asambleas ambientales hablan de problemas comunes: el agua, bien indispensable para la vida, es utilizada para la extracción de oro en megaminería e hidrocarburos no convencionales; la tierra y los seres humanos, afectados por el uso indebido de agroquímicos, entre otros problemas ambientales. En Santa Fe tiene media sanción una ley para su regulación, pero aún no logra tratamiento en el Senado.

No son problemas nuevos. Son problemas irresueltos.

Es necesario poner en discusión un modo de consumo que se muestra voraz e indiscriminado y que exige cada vez más al ambiente. Es el modelo del úselo y tírelo, el modelo del despilfarro y el de la extracción indiscriminada el que está en crisis.

Se trata de generar un nuevo proyecto de sustentabilidad ambiental que garantice el uso responsable de los recursos naturales; de promover una gestión de los residuos eficaz, transparente y participativa; de alentar y fomentar la utilización de energías renovables y la racionalización del consumo energético; y de estimular el desarrollo de los espacios verdes y el respeto por la biodiversidad.

Nuestra lucha consecuente por la defensa de un ambiente sustentable no se fundamenta en una oposición al progreso económico. Por el contrario, se enmarca en la reflexión de la categoría de progreso desde la mirada de lo social, lo medioambiental y, fundamentalmente, lo humano. Entendemos que es la única forma posible de garantizar crecimiento en un medio que respete la vida. Es por ello que la agenda ambiental es para el socialismo una agenda ética.

2. ¿Desarrollo económico o desarrollo social?

Si pensamos el desarrollo en términos de los avances del bienestar de las personas, de sus capacidades y de su libertad, nos situamos en una perspectiva opuesta al neoliberalismo. El neoliberalismo dice que primero tenemos que crecer económicamente, y que por "efecto derrame" vendrá el desarrollo social. Que las desigualdades sociales son producto de las desigualdades naturales. Nosotros creemos que el crecimiento económico es un punto de partida insuficiente para medir el desarrollo de una sociedad.

Los procesos de desigualdad y la exclusión no son la consecuencia de una fatalidad ineludible que el ser humano no puede controlar ni vencer. Tampoco responden, como argumentan irresponsablemente algunos, a un proceso natural e irreversible contra el que nada podemos hacer, más que adaptarnos. La desigualdad y la exclusión son una construcción social derivada de los distintos factores estructurales económicos, sociales, políticos y culturales que componen un modo de organización económica y social.

Nosotros planteamos entonces: La economía es la forma de pensar cómo satisfacer las necesidades sociales, y sólo tiene sentido si está al servicio de las personas. A principios del siglo pasado el fundador del partido socialista de Argentina, Juan B. Justo decía:”sin impuestos no hay democracia”. Por lo tanto, política económica y política social deben concebirse integradas. No sólo proponemos una política fiscal justa, con gravámenes progresivos, para que paguen más quienes más tienen, sino que además es imprescindible integrar los impactos distributivos en la evaluación y la planificación de las políticas públicas. Sin desarrollo social, no hay desarrollo económico.

Este momento histórico abre interrogantes, para pensar con seriedad en la equidad y la sustentabilidad de nuestra sociedad. ¿Es posible una nueva relación entre seres humanos y naturaleza? ¿Qué podemos hacer para promover formas de consumo justo y responsable, y formas de intercambio basadas en la economía social, la reciprocidad, el cooperativismo y el emprendedorismo? ¿Cómo construir una economía que permita garantizar los derechos sociales, el derecho al agua, el derecho a la tierra, el derecho a la energía, el derecho a la biodiversidad y el derecho a los recursos naturales? ¿Estamos realmente dispuestos a revisar nuestras prioridades de gasto público para que las preocupaciones por la sustentabilidad y la equidad queden correctamente reflejadas en los presupuestos públicos?

Dada la complejidad de los problemas que enfrentamos, hace falta pensamiento complejo. No se trata de reformar un poco el rumbo de las políticas públicas, de hacer algunos retoques, se trata de transformar la sociedad. Ya sabemos que seguir haciendo las cosas como hasta ahora, no es equitativo ni sostenible.

Debemos partir, entonces, de la dignidad humana como una perspectiva para ensamblar derechos, para generar una Sociedad del Bienestar que marche junto a una economía sólida y de distribución de los beneficios. Los socialistas tenemos la capacidad de generar una economía del desarrollo que sea, a la vez, alternativa al modelo neoliberal de desregulación de los mercados, pero también opción a la economía subsidiaria. Lo que los socialistas buscamos es, en definitiva, una economía al servicio de las personas. El actual progreso de actividades que lesionan el medio en que vivimos, nos ha llevado a poner más énfasis en la discusión sobre los modelos económicos de voracidad y consumo ilimitado. Pensar un nuevo marco de desarrollo que garantice la sustentabilidad del ambiente, preservando y a la vez potenciando los recursos, es una tarea que la sociedad toda debe adoptar como premisa fundamental para construir, paulatinamente, un mundo mejor.

Sólo serán socialistas y progresistas aquellas políticas que busquen la construcción de sociedades de bienestar con economías de desarrollo que sean sustentables. En este sentido debemos ratificar el valor que tienen y han tenido históricamente nuestras ideas y nuestros valores.

¿Qué idea puede ser más poderosa que la que propone avanzar sobre las desigualdades respetando las libertades democráticas? ¿Qué idea puede enamorar más a la ciudadanía global que aquella que propone crecimiento con distribución en libertad?

3. Diagnóstico de la Argentina de hoy

Tras la fuerte crisis del 2001, la Argentina logró mejorar sus índices de crecimiento y empleo, dejando atrás la terrible situación social vivida. Sin embargo, esas luces – de las que forman parte también la política de Asignación Universal por Hijo y la ampliación de los destinatarios de jubilaciones -, fueron seguidas de sombras. Pese a algunas medidas progresistas, en la Argentina convivimos con un índice de pobreza del 25%, dentro del cual el 7% se encuentra en condiciones de extrema precariedad. En nuestro país la mitad de los niños viven en familias pobres y un millón de jóvenes no estudian ni trabajan. Indudablemente el crecimiento económico no ha sido acompañado con distribución del ingreso y desarrollo social, y estamos lejos de una economía del desarrollo, situación que se agrava en los últimos tiempos con un proceso inflacionario preocupante que profundiza esta situación de inequidad social.

Al mismo tiempo, la Argentina mantiene una fuerte debilidad institucional. Bajo el imperio de la excepcionalidad, el funcionamiento del sistema político acentúa cada vez más el deterioro de la calidad de las instituciones democráticas.

El rasgo más persistente y acentuado de este sistema político es su carácter delegativo. Sobre la base del presidencialismo constitucional argentino se ha generado, y continúa profundizándose, el hiperpresidencialismo. Esta concentración de los recursos de poder en una sola persona genera una creciente tendencia al hegemonismo, ya que sus decisiones no están sujetas a los controles efectivos de los otros poderes del Estado. En este clima político, el diálogo y la concertación han perdido su valor simbólico y práctico.

Asimismo, poco lugar queda para el ejercicio real del federalismo. La concentración política y económica y las distorsiones del régimen tributario han dado como resultado un federalismo fiscal invertido que agobia a las provincias y a los municipios.

La oscuridad en el manejo de los recursos públicos, la confusión entre lo público y lo privado por parte de los funcionarios, y la falta de esclarecimiento de importantes denuncias de corrupción, contribuyen al descrédito de la política, ahondando la brecha que la separa de la sociedad. La síntesis que define a este gobierno es la impunidad, el saqueo y la ambición desmedida de poder que se ejerce en forma verticalista y concentrada.

4. El Partido Socialista, teoría y práctica

En este marco, el socialismo se encuentra hoy en Argentina ante el desafío de la innovación. Es nuestra tarea formular una alternativa al pensamiento hegemónico que, en clave de este tiempo, apunte a superar la injusta desigualdad social.

Hoy los partidos políticos soportan las consecuencias de la crisis de representación, que se expresa en falta de confianza en quienes gobiernan instituciones públicas y privadas. Los partidos políticos están debilitados, han perdido masa de afiliados activos, y esta situación no es ajena al socialismo.

Sin embargo, los socialistas contamos con dos herramientas fundamentales: un partido político centenario con presencia en todo el país, y experiencias exitosas de gobiernos locales como Mar del Plata, Monteros, Godoy Cruz, Zárate, Casilda y Las Parejas, que se continúan hoy en la ciudad de Rosario y en la provincia de Santa Fe. Frecuentemente, cuando las organizaciones políticas acceden al gobierno, se produce un distanciamiento entre los cuadros de gestión y las estructuras partidarias, producto entre otras cosas, de la diversificación de responsabilidades y ritmos que caracterizan a realidades tan diferentes como la de la gestión y la del partido.

El Partido Socialista es la herramienta que tenemos para luchar por una sociedad donde el respeto, el reconocimiento y el cuidado de las personas y su hábitat sean posibles. Una vez que el Partido ha logrado acceder al Gobierno, se cumple el primer paso de esa lucha y se inaugura una etapa que nos obliga a posicionarnos en realidades mucho más amplias y complejas.

Esto representa una gran oportunidad ya que, desde nuestra perspectiva filosófica, se aprende desde la práctica; es decir haciendo y reflexionando sobre lo que hacemos. Ese es el modo en que además de estar informados, logramos cambios en nuestra conducta y sobre la realidad. Es por ello que la participación es una acción clave de nuestra propuesta. Por lo tanto, la “praxis” -que combina práctica y reflexión- de gobernar y el aprendizaje que de allí deriva, ofrecen un mundo de posibilidades de acción y formación.

Como partido político, somos una organización que se prepara para ser gobierno y por ende, cuando accedemos al gobierno, la construcción de las políticas públicas no debe estar divorciada de la acción política del partido. A la vez, como militantes socialistas, debemos conocer y defender nuestra acción de gobierno y ganar a más personas para una concepción diferente, solidaria, participativa y transparente.

Necesitamos avanzar hacia una armonía dialéctica entre partido y gobierno que habilite el crecimiento y enriquecimiento mutuo, sin confundir Partido, Gobierno y Estado como lo hace el populismo. Para ello es muy importante recurrir al análisis, el debate interno y a la autocrítica como metodología de funcionamiento en ambos espacios, en lo público y en el partido.

El PS debe trabajar para que la gente participe defendiendo el Estado de Bienestar, la garantía de cumplimiento de los derechos, el pago de impuestos justos y la sustentabilidad. Debemos promover una construcción política plural.

No se milita para ser de unos u otros, sino para construir una sociedad con más igualdad y solidaridad. Las internas partidarias que no confrontan ideas, posiciones, propuestas derivan en divisiones entre militantes, que se proyectan a afiliados y simpatizantes con resultados de desgaste, inmovilización y fracturas. Es necesario insistir en el diálogo y la búsqueda del consenso en forma permanente, como instrumento fundamental en la construcción del partido.

Por todo lo dicho, proponemos un partido abierto a nuevas ideas progresistas, a nuevas personas y a nuevas formas de hacer política, repensando su organización para tener un mayor arraigo territorial, formación, inserción y múltiples espacios de participación para sus militantes, simpatizantes y adherentes; y formas plurales de democracia interna.

5. Importancia del estudio y la organización

Si el partido constituye una herramienta para transformar la sociedad y acceder al gobierno, los militantes debemos necesariamente encontrar en nuestro paso por el partido la formación que nos permita comprender la acción de gobierno como una tarea de compromiso republicano. Formarnos desde el análisis de la experiencia de gestión en el marco de la filosofía política socialista, es sin dudas, hacer realidad la idea de que se aprende desde la práctica. Es también la posibilidad de participar desde la base (en el trabajo, en las instituciones intermedias, en las decisiones como ciudadano) de la tarea de dar sustentabilidad a los proyectos de gobierno retomando los postulados de “estudiar, organizar y difundir” que asumimos como propios de la militancia partidaria. Es la acción de participar la que motiva el sentido de esta trilogía.

Para comprender el presente es preciso conocer nuestra historia. Para el socialismo la historia es fundamental para saber que "somos porque fuimos" y porque en este presente se forja el futuro. El estudio nos posibilita también compartir lecturas e ideas sobre los procesos económicos, sociales y políticos para contar con una visión conceptual global de la etapa que transita nuestra Nación, Latinoamérica y el mundo. La complejidad de la época nos impone salir de los límites de las especializaciones, integrando conceptos universales: historia, economía política, filosofía, sociología.

Pero el gran desafío de nuestro partido es innovar en las formas. No podemos hacer frente a los nuevos tiempos con viejas formas. Sin perder la esencia de la organización partidaria, debemos incorporar la experiencia y los criterios que hemos aprendido y puesto en práctica en la gestión pública: espacios inclusivos, novedosos, atractivos para los jóvenes, ética y capacidad, debates plurales, participativos, reuniones productivas, gran conocimiento del territorio y contacto con las personas.

¡Cuánta importancia tiene este desafío en tiempos en que lo público carece de una base institucional sólida! Hoy el problema es la desorganización, las organizaciones son lábiles. Como un aporte hacia una mejor institucionalidad, el PS debe ser una escuela de organizadores. Tomar decisiones que dejen capacidad de organización incluye la formación de quienes las llevan adelante, desde los responsables hasta el último militante.

6. ¿Por qué estamos en el FAP?

Hoy el socialismo en Argentina está impulsando un proyecto alternativo de Nación. Por lo tanto, es necesario fortalecer el lugar que ocupamos como fuerza política en la Argentina actual para construir nuestra política de coaliciones. La política de coaliciones, que es esencial a los principios del Partido Socialista, se construye desde un programa común.

En esa suma, es importante gastar energías en el fortalecimiento de los valores del socialismo, pero saber que sólo con nuestra fuerza no alcanza.

Tenemos que construir un frente que sea una fuerza promotora de los cambios hacia el país que queremos: un país donde funcionen las instituciones y la división de poderes, así como los ideales republicanos, fortaleciendo una democracia aún débil, hacia una organización social múltiple, plural, creativa y capaz de protagonizar cambios que mejoren la calidad de vida, la realidad y el trabajo de los argentinos y argentinas.

No creemos en la concentración del poder, en un discurso único y ni en un modelo que no se explicita. Ratificamos nuestra vocación federal, proponiendo la regionalización, la descentralización y la participación ciudadana en una sociedad de derechos, con un gobierno que asegure la transparencia en la gestión.

De esta manera, nos alejamos de una forma de construcción de poder populista, que no incorpora el aporte y las voces de las organizaciones sociales en la construcción de políticas públicas, que crea permanentemente falsos antagonismos para sostener la mística de la militancia, y que en lugar de distribución real del ingreso y la riqueza fomenta el asistencialismo, el personalismo y el clientelismo.

El socialismo está dispuesto a luchar junto a otros sectores de la vida nacional y a jugar un rol fundamental marcando la diferencia, desde la recuperación de sus banderas tradicionales: la lucha por la igualdad social y económica, la vigencia de los derechos humanos, el fortalecimiento de las instituciones, la ética en la función pública, la inserción en la realidad y la construcción de un proyecto de Nación.

El FAP vino a llenar un espacio que no estaba ocupado por ninguna fuerza política. Lo que comenzó como una esperanza, concluyó en la conformación de un frente para darle coherencia a la política, y poder transformar el país en un país para todos.

¿Qué significa construir una alternativa progresista? Significa desarrollar una alternativa distinta, que acepte la diversidad. Significa recuperar los mejores valores para la construcción de la Argentina. Estar abiertos a la discusión con todos los sectores de la vida nacional. Ningún partido político puede solo. Hay que avanzar sobre los consensos, sin desperdiciar la experiencia acumulada.

El progresismo en Argentina se enfrenta a dos fuerzas poderosas. Por un lado, a su adversario de siempre, la derecha y la centro-derecha, preocupada por responder ante los mercados y los grandes capitales, antes que por garantizar las necesidades de la ciudadanía. Por otro, a las fuerzas populistas que pretenden erigirse como herederas de una tradición progresista que no les es propia.

7. El gobierno y la oposición.

Hoy el PS ocupa un lugar de relevancia dentro de la oposición política. No pretendemos permanecer para siempre en la oposición, sino que nos organizamos y luchamos por alcanzar el gobierno, para lo cual construimos una coalición política que es el Frente Amplio Progresista.

Ser opción hoy en la Argentina nos requiere reafirmar nuestra identidad basada en los valores del socialismo. Necesitamos que el electorado observe y aprecie nuestra posición alternativa para convertirnos en gobierno en las próximas elecciones. Por eso asumimos la tarea de ser una oposición programática y propositiva, que no se dedica exclusivamente a estar en contra del actual gobierno nacional. Ejercemos nuestro derecho a sostener una crítica consistente de la gestión gubernamental y a fiscalizar la actividad de gobierno.

Nos hemos opuesto en forma coherente y responsable a los atropellos del poder, a la división entre argentinos, al país del blanco y negro, a la esencia de un modelo que si en algún momento sirvió para salir de la crisis hoy ya está agotado, y que se ha mostrado incapaz de afrontar los nuevos y urgentes problemas y aprovechar las extraordinarias oportunidades que tiene la Argentina. Hemos denunciado con energía y con constancia las ilegalidades, las inmoralidades, el abuso de poder, la falta de transparencia y la continuidad de políticas que siguen concentrando la riqueza en pocas manos.

Hemos votado en el Congreso a conciencia y lo seguiremos haciendo, porque no formamos parte de ningún esquema político asociado a negocios. Cuando consideramos que hay cosas que favorecen a la gente, a la democracia, al país, lo votamos, cuando nos tenemos que oponer y denunciar lo hacemos con toda energía.

Para sumar a cada vez más argentinas y argentinos a nuestra propuesta, tenemos para exhibir con humildad, pero con orgullo, nuestras experiencias de gobiernos locales y provinciales, la labor parlamentaria de nuestros legisladores y un programa coherente para la Nación.

8. Aprender a dialogar con la sociedad

Vivimos en una época compleja en la cual, como socialistas, tenemos la responsabilidad de trabajar en pos de la cohesión social, el fortalecimiento de los vínculos y el mejoramiento de la convivencia democrática.

Ahora bien, ¿qué entendemos por convivencia democrática y cómo la reforzamos?

La convivencia se funda en tres postulados éticos: la participación, el diálogo y la legalidad.

La participación, de diversas formas y desde lugares diversos, se encuentra en el centro de la producción de conocimiento y de sentido. Conocemos en el acto de transformar la realidad y en el sentido que le damos a esa acción. Sin participación no hay cambio: ninguna transformación histórica se ha logrado sin participación ciudadana. Tenemos que reconstruir el poder social, el sentido de lo colectivo y confiar en la fuerza transformadora de una sociedad de ciudadanos.

La palabra, que deviene en diálogo cuando interactuamos con otros, consolida y sostiene la trama social. De esta manera se hacen explícitos los acuerdos que permiten la vida colectiva y que se afianzan en costumbres, normas y leyes. La existencia del entramado social y la conciencia de sostener lo colectivo como condición vital, es lo que da origen a esas convenciones y permite sostenerlas más allá de intereses personales o corporativos.

La legalidad es entonces producto del entramado social y condición para que la sociedad exista. No hay modo de sostener la ley sin sociedad y sin conciencia de bien común; sin reconocimiento de que hay algo más allá del interés particular, que vale la pena y es indispensable proteger para que la vida sea posible. Nadie tiene derechos en medio de la selva. Nadie vulnera derechos y a nadie se le pueden reclamar derechos cuando se está solo.

A través de la participación provocamos el necesario intercambio de percepciones e ideas, como preámbulo a toda construcción social y de consensos. Estos acuerdos, que se sostienen en vínculos fortalecidos por convenciones y normas, son los que permiten preservar la vida y el bien común.

Es por eso que la legalidad está tan íntimamente ligada a la participación y al diálogo. En la medida que nuestra sociedad se vuelve lábil; en la medida que los lazos se diluyen y la palabra se extingue; en la medida que la participación se retrotrae y avanza la indiferencia, esa estructura simbólica de acuerdos sociales para la convivencia, decae. Cuanto más se disuelven los vínculos y se dificulta la convivencia, se hace más difuso el sentido de la ley.

Se trata de reconstruir el "nosotros", desde nuestra inserción en las instituciones y aprovechando el capital simbólico y de experiencia de esas instituciones. Los símbolos se sostienen con una práctica permanente de mística, de discusión, de producción de sentido, de reflexión colectiva.

9. De actuar por demanda a garantizar derechos

Las y los socialistas debemos luchar para que los derechos no sean sólo teoría. Para ello es indispensable que tengamos inserción en la práctica concreta, donde verifiquemos de qué manera se materializan o no esos derechos, qué es lo que los hace posibles y cuál es el nivel de protagonismo que todos debemos tener para defenderlos o garantizarlos.

Para construir democracia, institucionalidad y ciudadanía responsable, debemos salir del simple reclamo o de la pura demanda. Quedarnos en la demanda limita la percepción del problema y puede generar impotencia o hasta violencia, en una sociedad donde se violan sistemáticamente muchos derechos y se espera que sólo las autoridades den respuestas.

Para pasar a una sociedad de derechos, con mayor igualdad, debemos trabajar por el federalismo fiscal y por una política tributaria justa, con gravámenes progresivos, para que paguen más quienes más tienen.

Una sociedad de derechos considera prioritariamente a sus niños, a sus niñas y a sus jóvenes. Garantiza educación, recreación, acceso a la cultura, al esparcimiento, al tiempo libre, a la construcción de un proyecto de vida. Simultáneamente, respeta a sus mayores, garantizando sus ingresos, cuidando su acceso a la salud, su disfrute.

Una sociedad derechos garantiza el derecho a la vivienda y a un hábitat adecuado como una cuestión de dignidad humana, de vida saludable y de posibilidad de desarrollo de proyectos de vida. Fomenta el cooperativismo, el emprendedorismo, la agroindustria familiar, las huertas comunitarias, y diversas formas de vivir con el trabajo.

Pasar de las demandas a los derechos implica no solo proteger a los habitantes de la actualidad, sino también a las generaciones futuras. Y las protegemos cuidando y defendiendo el planeta. Toda estrategia de desarrollo debe tener en cuenta, como nos enseñan nuestros pueblos originarios, que el medio ambiente nos es prestado por las próximas generaciones. Estamos asistiendo a un proceso de lucha desigual entre los que defienden el medio ambiente y los que les interesa exclusivamente el lucro. La solidaridad intergeneracional requiere proteger el ambiente y no aceptar un desarrollo económico que no sea sustentable.

10. Hacia dónde vamos

La transformación que necesitamos requiere de una organización política que transforme y se transforme a sí misma.

Para ello, es necesario reafirmar la relación de identificación, de confianza y de credibilidad con el electorado progresista que nos acompaña con los votos; y abrir el partido a la participación de aquellas personas que quieran construir junto a nosotros un proyecto colectivo, social y de inclusión.

Afiliarse activamente es comprometerse y trabajar por las ideas socialistas, asistir con voz y voto a reuniones y asambleas partidarias, decidir en la elaboración de los programas electorales, en la vida interna del partido y la elección de candidatos y candidatas, tanto para los procesos electorales internos como externos.

El socialismo debe rescatar su origen de defensor irrestricto de la igualdad y su opción por un proyecto de Nación, popular y progresista, como incansablemente nos propusieron Guillermo Estévez Boero y Alfredo Bravo. Es necesario continuar con la grandeza de su historia y la fuerza de lo simbólico, impulsando una épica colectiva emocionante, para constituirse en opción legítima y superadora para todas las argentinas y los argentinos.

Por eso, vamos a invitar a afiliados, amigos, simpatizantes y adherentes a no cruzarnos de brazos, mirando pasar la historia. Los convocamos a ser protagonistas de este tiempo de cambio, defendiendo los valores y los ideales en las escuelas, en los hospitales, en las cooperadoras, en los clubes, en las plazas. En la vida nos podremos arrepentir de muchas cosas pero nunca de luchar por construir un mundo con más igualdad.
                                                          

1 comentario:

  1. armando maggiola2/7/12

    No se quien escribió eso;pero cuando gobiernan hacen lo contrario. PURA CHACHARA.Dejen de engañar a la gente, si hicieran algo de so, me hubieran atendido alguna vez.

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